martes, 8 de noviembre de 2011

08/11 - Día del Técnico Radiólogo


Reseña Histórica

El 8 de noviembre de 1895 por la tarde -ya había oscurecido, así que el laboratorio estaba en penumbra-, mientras recogía sus cosas, Röntgen observó al mover una lámina de papel recubierta de platinocianuro de bario, que ésta emitía un ligero resplandor en la oscuridad. Los rayos catódicos con los que estaba experimentando no podían incidir en la placa, por lo que dedujo que alguna radiación invisible estaba excitando la fluorescencia.
Apagó el tubo de rayos catódicos y la fluorescencia también se apagó. Estaba claro entonces que esos rayos invisibles provenían del tubo y, atravesando las paredes del vidrio, se propagaban a gran distancia. Observó, además, que los rayos traspasaban los objetos opacos, incluso delgadas láminas de metal, y que al colocar su mano entre el tubo y la placa fluorescente se apreciaban los huesos de su mano en la misma. Igualmente, pudo obtener imágenes de los huesos de su propia mano cuando la colocó entre el tubo de rayos X y una placa fotográfica.
Röntgen -que se consideraba a sí mismo un mediocre investigador- quedó sorprendido por este descubrimiento, y decidió estudiarlo en profundidad antes de hacerlo público. Durante siete semanas trabajó en su laboratorio en el más absoluto hermetismo, sin decir lo que estaba haciendo ni tan siquiera a su esposa, la cual, ante el cambio de conducta que veía en su marido, llegó a pensar que éste pasaba por una crisis mental.
El físico alemán logró determinar que los rayos se propagaban en línea recta, y también demostrar que eran de alta energía, pues ionizaban el aire y no se desviaban por los campos eléctricos y magnéticos, pero, sin embargo, no consiguió demostrar su naturaleza ondulatoria al fracasar en aquellos experimentos asociados a toda propagación de carácter ondulatorio: los fenómenos de reflexión, difracción, interferencia, etc. Finalmente, el 28 de diciembre de aquel año, Röntgen hizo llegar a una revista científica y a los principales físicos de Europa un documento en el que detallaba su descubrimiento, documento que acompañó de una radiografía de su propia mano, para que los otros científicos comprobasen con sus propios medios la realidad de sus experimentos.

La tarde del viernes 8 de noviembre de 1895, Anna escuchó la llamada de su marido y acudió de inmediato. Wilhelm le solicitó que pusiera su mano en un extraño aparato. Tuvo que estar sin moverse por más de quince minutos y luego Roentgen le mostró la que sería la primera radiografía(8). Se podían ver todos los huesos de su mano y además se distinguía su anillo de compromiso. Está descrito que su reacción, al igual que la de mucha gente de la época, fue una mezcla de fascinación y temor, ya que el hecho de poder distinguir todos sus huesos la hacía sentirse extrañamente cercana a la muerte

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